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La salsa dura, furor latino en New York

New York, Estados Unidos

Jeanine sacude el cabello rubio y lacio. Mueve las caderas y le guiña el ojo a un moreno alto y robusto que quizás tenga la edad de su abuelo. La orquesta escupe una melodía tras otra sobre la pista mientras en el telón de fondo, las palmeras proyectadas se balancean al compás de una brisa suave. Y la brisa es tal vez el único elemento caribeño que brilla por su ausencia en medio de la atmósfera cargada y calurosa de este night club neoyorquino.

"Es noche de salsa", confirma la rubia de 27 años tras saldar su cuenta en la barra del S.O.B.'s (Sounds of Brazil). "¡Venimos todos los viernes y es genial! Bailamos con la orquesta y aprendemos pasos de salsa con esos señores mayores... Son muy dulces, y sí que saben hacerte girar".

Las "salsa nights" se han vuelto populares otra vez en la ciudad, asegura Larry Gould, propietario del club. "Hace poco no había ni un solo lugar en la ciudad en donde se pudiese bailar salsa con una orquesta. Ahora hay al menos seis. Nosotros tuvimos que mover nuestra noche de salsa del lunes al viernes y cada vez viene más gente, no sólo latinos. Creo que es el inicio de una movida importante".

Lo que Gould hace sonar casi como premonición puede entrar de lleno en el contexto de un año en el que la "Salsa Dura" parece estar volviendo con todo. El 15 de mayo, la aclamada Spanish Harlem Orquestra, que atesora ya dos Grammies, lanzará al mercado su extraordinario disco United We Swing, con un invitado de lujo, Paul Simon.

J-Lo y Mark Anthony ya están cerrando los últimos detalles para su presentación el primero de agosto de El Cantante, un film sobre la vida del hombre que se convirtió en la mayor leyenda de la salsa puertorriqueña, Héctor Lavoe.

Artistas con muchísimo "airplay" a nivel internacional, como el argentino Andrés Calamaro, reciben reconocimientos y nominaciones de todo tipo por sus versiones aggiornadas de clásicos salseros de todos los tiempos, como El Cantante, de Rubén Blades.

Y las discográficas, ni lerdas ni perezosas, ya han desempolvado sus catálogos de salsa y han vuelto a editarlos en nuevas versiones de lujo y para coleccionistas. El caso más interesante, sin dudas, es el de Fania All Stars, el colectivo de salsa más impresionante de la historia, que ya en los años setenta había convocado a los geniales Ray Barreto, Willie Colón, Celia Cruz y al mismísimo Rubén Blades.

"La salsa dura nunca dejó de estar presente en la ciudad", explica Chris Washburne, musicólogo de la Universidad de Columbia y trombonista en ejercicio, en camino al show de Chayanne, en donde se integrará a la banda del puertorriqueño como músico de sesión. "Es la salsa romántica, o 'salsa monga', como le llaman, la que ha empezado a debilitarse".

La salsa dura, un género que hizo furor en los setentas como resultado de la creciente concientización política de los latinos en todo Estados Unidos, había sido abandonada en masa por la generación de latinos que creció durante la era Reagan. La salsa romántica comenzó a brillar a mediados de los ochenta para consagrarse durante los noventas con artistas como Gilberto Santa Rosa y Víctor Manuelle.

"Pero ahora las nuevas generaciones han comenzado a redescubrir la salsa dura, escuchan más música de los setenta", agrega Washburne y compara: "la salsa dura está volviendo del mismo modo que el heavy metal, y lo curioso es que ambos géneros tienen como elemento en común la improvisación y el virtuosismo de sus ejecutantes".

Para el maestro pianista Oscar Hernández, líder de la Spanish Harlem Orchestra y director musical de Rubén Blades por más de 13 años, esta explosión se vive en todos lados excepto en las radios. "Hay una fiebre de salsa en todo el mundo que es lo que ha ayudado a la recuperación del género, pero aún hoy no se oye salsa dura en las radios de la ciudad. Y es extraño, porque las generaciones más jóvenes están volviendo a escuchar salsa en la calle. Si vas al Bronx no tienes más que caminar un par de cuadras para escucharla saliendo desde las ventanillas de los coches o de los buildings".

Hernández asegura que, como el tango en la Argentina, la salsa fue considerada muchas veces la "música de los viejos", pero ahora, luego del recambio generacional, los jóvenes quieren volver a experimentar la calidad musical de los maestros del trombón, el contrabajo y el piano bailando al compás de una orquesta salsera típica.

"La salsa dura es más interesante no sólo por el swing, sino también por el contenido de las letras y su mensaje social", propone José Vázquez-Cofresi líder de la neoyorquina "La Excelencia". "Y si prestas suficiente atención verás que hay muchos elementos históricos en común con los sesentas, que fue el momento de furor de la salsa dura. En los setenta, por ejemplo, tenías el desastre en Vietnam y ahora tienes la guerra en Irak. El terrorismo o la amenaza permanente nos hace sentir que vivimos en un país totalmente opresivo una vez más y muchos latinos de segunda y tercera generación vuelven a buscar sus raíces en medio de tanto desconcierto".

En este sentido, el reggaetón no se diferencia de la salsa dura tanto como uno podría creer, propone Ben Lapidus, profesor de musicología de la City University of New York y artista de salsa. "Calle 13 menciona a Roberto Roena (percusionista de Fania All Stars), por ejemplo, y Tego Calderón es buen amigo de Cachete Maldonado (uno de los mejores percusionistas en el mundo de la salsa) y Tommy Olivencia (fundador de la puertorriqueña Primerísimo Orquesta, fallecido en 2006). Hay mucho en común además del hecho de que hoy en día las radios FM no son tan importantes como en los setenta, ni tienen el monopolio de los oídos del público, porque casi todo el mundo tiene su iPod aquí", agrega Lapidus.

"Me gusta el reggaetón, de cualquier modo", responde Asia, una joven alta rubia y australiana que trabaja como abogada en un bufete en Nueva York. Entre canción y canción, la rubia repone energías en una mesita breve frente a la pista. "Igualmente, sin dudas que prefiero la orquesta de salsa. Por eso traje a mi hermano a este club", dice, y señala al altísimo Jai, al otro lado de la pista, quien recién desembarcado en Nueva York dejó sus maletas en el departamento de su hermana y vino directo para el club. "Quería que sienta Nueva York, sabes. Y para mí no hay mejor Nueva York que la que se vive aquí adentro bailando salsa".

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